viernes, julio 13, 2007

Pureza

Esta leyenda judía, o quizá árabe (me la contaron como judía, aplicada al estudio bíblico), se la dedico a Fani.

Había una vez un ermitaño que se había pasado muchos años haciendo penitencia, comiendo a palo seco el trigo de unos sacos que se había llevado para sobrevivir, sin ver a nadie. Cuando acabó el trigo, acabó su penitencia, y volvió a la ciudad que no había visto desde su juventud. Vio los campos de trigo, y preguntó qué eran. Y le dijeron: ¡es trigo! Le dieron unos granitos y él se fue mordisquándolos.

Llevó a la ciudad y vio una mujer que amasaba tortas de pan. Le preguntó que qué era eso, y la mujer dijo: ¡trigo!. Y le dio un trozo de torta. El ermitaño se quedó pensativo.

Llegó a una panadería y vio los dulcecitos, con su miel, sus pistachos... y preguntó que qué era eso. Y le dijeron que eran de trigo. Le dieron uno a probar, absolutamente delicioso, y dijo con soberbia:

"Yo soy mucho más inteligente que todas las personas de la ciudad, porque todo esto es maravilloso, pero yo he pasado años yendo a la verdadera fuente de todas esas cosas que coméis. En adelante seguiré comiendo granos de trigo, porque son lo que encierra en sí mismo todo lo demás".

Y de forma igualmente ignorante se comportan quienes prefieren quedarse con la letra seca de la sabiduría, sin prestar atención a ninguna de sus sutiles y atrayentes versiones.

3 comentarios:

  1. Anónimo12:48 p. m.

    No quiero parecer fria, pero no entiendo el final de la historia, nos la puedes explicar?

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  2. Anónimo8:48 p. m.

    si, no se entiende nada por aqui...

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  3. Pues yo entiendo que en lugar de comerse una rica torta de pan o un dulce pastelito, prefiere comerse los granos de trigo a palo seco por ser más puros, a pesar de que ha descubierto que el trigo adulterado está más rico.

    Te pierdes mucho si sólo que quedas con las cosas puras

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