Éste es mi manifiesto por la cultura, el mío, después de pensar bastante y a raíz de que se declare la anticonstitucionalidad de la Ley del Cine.
Hay tres enfoques básicos para llevar los aspectos culturales desde la administración, como para dar cualquier servicio público.
1: Políticas que favorezcan que haya estrellas. Se busca que algunos puedan hacerse muy ricos creando cultura. Así se favorece la relevancia internacional, cierto modelo industrial, una nivel alto de competición que presumiblemente creará excelencia (porque teóricamente sólo llegan a lo más alto los mejores). Y millonarios. Se busca que haya SGAEs, y Alejandro Sanz, y Almodóvar, y Amenábar.
2: Políticas que favorezcan que la mayor cantidad posible de gente distribuya su arte, y en el mejor de los casos, puedan comer de eso. Se busca la expresión libre, como un valor en sí misma, más que la calidad o el interés comercial. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Sevilla ofrece alquileres gratuitos para locales de ensayo.
3: Políticas que permitan que la mayor cantidad posible de personas puedan disfrutar de las artes. Por ejemplo, emitiendo películas y musicales de calidad por los canales de televisión gratuitos.
Pueden utilizarse estrategias de varios de estos enfoques a la vez, pero como filosofías de vida, el primero es incompatible con los otros dos. El dinero o se concentra, o se reparte. En la actualidad, El Ministerio de Cultura del Gobierno de España parte del primer enfoque, es decir, de la presunción de que es más importante proteger a artistas ricos que a artistas pobres, artistas futuros, y consumidores de productos culturales.
Estoy convencida de que pasará a la historia como la ministra de Cultura más contraria a la cultura de todos los Gobiernos de la Democracia.
martes, diciembre 22, 2009
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2 comentarios:
Amén, digoooooo ¡Ole!
Si estamos hablando de cultura (y no de negocio, que es otra cosa) éste es un argumento muy interesante.
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