En un descanso, una compañera del curso dijo que para hacer fusión hay que ser un experto en las dos cosas que se están uniendo, no basta con entender de sólo una de las dos. Estuve totalmene de acuerdo, y recordé que mi primer contacto con alguna clase de fusión entre la danza oriental y el flamenco (o algo que remotamente se le pareciera) ocurrió en Estados Unidos, donde muchas aficionadas al oriental llegan al flamenco por la vía de los bailes gitanos, y su conocimiento es desgraciadamente muy parcial y a veces deformado. Sabía que la posibilidad de la fusión existía, pero que se hiciera de modo riguroso y serio, y sobre todo, añadiendo oriental al flamenco en lugar de a la inversa, me parecía casi imposible.
Bien, Mónica Tello parece que lo está consiguiendo. A mi modo de ver, su forma de aunar lo oriental y lo flamenco es equilibrada y perfectamente documentada, en movimientos, en selección de música, y en manera de transmitir.
El curso se dividió en dos partes totalmente distintas. La primera se dedicó a la técnica, analizando algunos pasos muy básicos de la danza oriental y del flamenco, centrándonos sobre todo en los brazos y en los pasos de pies. Tenía la cantidad suficiente de técnica, aunque Mónica es más una profesora intuitiva, de las que dan importancia al sentimiento, y evidentemente el sentimiento no lo vas a coreografiar (los actores pueden hacerlo, nosotras no tenemos la preparación necesaria, y creo que en flamenco sería un contrasentido). Es decir, te dice dónde tienes que tener la mano y te da el calentamiento necesario para que no te la lastimes, pero también te da a entender que lo que importa es que la mano diga lo que tú quieres. Sus instrucciones son suficientes, pero no lo cubren ab-so-lu-ta-men-te todo.
De aquella primera parte salí con la sensación de que la fusión es posible, es interesante... y es complicadísima. La segunda parte consistió en la explicación de una coreografía basstante corta. A mí me gustó poder hacer muchas repeticiones para explorar unos movimientos, de brazos sobre todo, que no eran difíciles en su técnica pero que era necesario volver expresivos, así que me pareció una buena manera de organizar el tiempo, mejor que cubrir superficialmente una coreografía más larga o más complicada.
Mónica tiene mucha paciencia para repetir cosas que no se entienden y se nota que sabe perfectamente cómo se siente un alumno que no sabe de lo que está hablando. Un taller de un día sólo podía ser una introducción muy elemental a un mundo tan amplio como el del flamenco, con las posibilidades infinitas que tiene la fusión, pero me pareció un buen comienzo.
Por cierto, creo que de ahora en adelante voy a repetirme mucho diciendo que bailo mejor después de haber hecho un intensivito pequeñito de expresión corporal.
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