Los bailes folklóricos en general, sean de donde sean, se bailan de una manera y de ninguna más: cuando se bailan sevillanas, nadie se inventa pasos nuevos. Las sevillanas son lo que son, aunque cada bailarín tenga su estilo. La polka y el vals, lo mismo. Me imagino que esto pasa en todo el mundo de una forma parecida. Algunos bailes de Oriente Medio y el Norte de Africa son así: tienen una sola coreografía.
Cuando nos salimos de esta definición de baile folklórico, tenemos dos maneras de entender la danza oriental (dicho en sentido muy amplio). Podemos tomarla como una especie de ballet, o podemos quedarnos con la idea, los principios generales: así tenemos profesoras conservadoras o innovadoras. Ambas son armas de doble filo si se van a los extremos.
El ballet clásico tiene una serie concreta de posturas y movimientos. Después de un par de siglos de estudio, cada posición y movimiento tiene nombre y una técnica concreta. Una coreografía de ballet clásico se puede describir con un lenguaje universal. En la danza oriental, es posible hacer esto también: se considera que unos movimientos son clásicos, propios de un estilo, y todo lo demás no existe. Un movimiento fuera del catálogo hace que aquello que se baila ya no sea danza oriental. Un movimiento del catálogo debe hacerse con una técnica y no con otra: por ejemplo, hay movimientos que parecen iguales pero el impulso para hacerlos proviene de una zona del cuerpo u otra. Hay profesoras que insisten en esto. El peligro de la profesora conservadora es que puede aburrir a los alumnos repitiendo eternamente los mismos gestos, que deberían salir de dentro. Si las alumnas lo que quieren es novedad, será imposible que bailen bien por muy puristas que sean. Además, si es mala profesora, puede insistir en que hagan cosas que les duelen o les pueden provocar lesiones. Si esta profesora no tiene mucha imaginación y carisma, su forma de bailar puede volverse aburrida por tener un repertorio cerrado de movimientos.
Otras profesoras parten de que cada bailarina tiene su propio estilo, y que lo más importante es comunicar algo con tu baile, y que eso sólo puedes hacerlo si te lo estás pasando bien. Puede que estas profesoras crean que es una misión imposible transmitir lo que es la danza oriental en su forma auténtica sin irse a vivir a Egipto, y prestan más atención a que el baile de la alumna sea fluido, agradable de ver, buscando alternativas a los movimientos que a la alumna se le hacen difíciles o peligrosos (porque exista un problema de espalda, articulaciones, etc). También puede ser que estas profesoras tengan mucha imaginación como bailarinas, y piensen que un movimiento inventado por ellas se base en los mismos principios que la danza original, y por tanto es aceptable (si se pueden hacer deslizamientos diagonales de la caja torácica, ¿por qué no ochos diagonales con la cadera? Si hay ochos hacia arriba y ochos adelante, ¿porqué no combinarlos?). El resultado no es danza oriental, es fusión. Puede que esta profesora baile de forma pura y auténticamente oriental, pero su forma de entender cómo enseñar la danza es flexible. El peligro de esta profesora es que puede crear alumnas conformistas, que piensen que todo vale, y que no sean conscientes de la tradición cultural de la que proviene su maestra.
Yo empecé con una profesora de esta última categoría. Después he aprendido (puntualmente en seminarios y ahora de forma continuada) con expertas en la primera. Elegir es una cuestión de gusto, y si la maestra es buena, ambas formas didácticas son muy útiles. Depende ante todo de qué es más importante para ti: acercarte al ideal, a la auténtica danza oriental si es que existe tal cosa, o pasarlo bien y encontrar tu propio estilo.
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