A este intensivo asistió algo menos de gente que a los otros dos, y fue de forma unánime, al menos entre con quienes pude hablar, el preferido. Esto se debió al encanto de las danzas, a lo variadísimas que fueron, y a la gracia que les da Simona Jovic, que además las explicó muy bien. Que generalmente enseñe por imitación no quiere decir que no sea capaz de decir "cuando el pie derecho va delante, las manos van de esta manera". Y algo de agradecer en una clase en la que se aprenda imitando es que la profesora no te restriegue por las narices que para bailar como ella enseña, es necesario tener una personalidad especial, un estilo, un duende o como queramos llamarlo. Simona naturalmente dice que en los pueblos romaníes estas danzas se practican desde la cuna y por eso no se habla de "técnica", sino que hay naturalidad y más actitud que virtuosismo, pero no utiliza eso para dar a entender que las alumnas no puedan aprender a bailar bien y divertirse de paso. Es mucho menos diva que algunas bailarinas de gimnasio que no nombraré. Toda una lección.
Bueno, ya me he pasado con el cotilleo del día. En este curso, que duró tres horas, nos enseñó una variedad de danzas populares que no tienen casi nada que ver con la danza oriental y que se bailan en Europa Central y del Este. Explicó teoría, dando datos sobre diferencias regionales, y bailamos una cantidad asombrosa de movimientos diferentes. Fue muy divertido bailar moviendo faldas de vuelo, y los pasos con chal (más pequeño que un mantón de manila y más grande que un mantoncillo de traje de flamenca) me parecieron fáciles de adaptar al velo, así que el curso también era práctico para las fans del Oriental.
Fue agotador porque casi todos los bailes eran rápidos, y sostener el chal de lana, o el vuelo de la falda, puede llegar a cansar mucho. Pero aprendimos mucho, y sobre todo, nos reímos, que también viene estupendamente.
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