¡Anda!, ¿qué sorpresa, no?
No hay que ser un experto para saber que no hay “un” baile flamenco, sino “palos” o estilos. No vamos al teatro esperando ver bailar sevillanas. No bailamos fandangos en la Feria de Sevilla. No se bailan bulerías con la música de las soleares (vamos, no que yo sepa). La danza oriental es lo mismo. Dejo la discusión sobre estilos para otro día, pero es importante saber que hay muchos estilos para entender lo que voy a decir a continuación.
El estereotipo occidental de la danza del vientre es que la practican mujeres para excitar o entretener a hombres, ya sean bailarinas profesionales en un local, o esposas o concubinas en un harén. Este estereotipo tiene unos 150 años, y la danza tiene por lo menos mil, si no más.
Queremos pensar que los pueblos orientales, árabes, musulmanes o como los queramos llamar son muy diferentes de nosotros, y no es así. Todas las sociedades se parecen más de lo que quieren reconocer. La idea de una civilización en la que las mujeres están encerradas en casa tiñéndose las manos de henna, contándose historias, y aprendiendo sofisticadas técnicas sexuales hasta que el hombre de la casa las llama, puede resultar muy atractiva como fantasía a algunos hombres, pero desgraciadamente no es muy práctica. Quizá la aristocracia pueda vivir así, pero no la gente corriente. No discuto la posible existencia de mujeres orientales como las cortesanas occidentales o las geishas japonesas (no prostitutas, sino dedicadas al entretenimiento de los hombres), pero las mujeres tienen más funciones sociales en las sociedades en las que la danza oriental es autóctona.
Decía que todas las sociedades se parecen. Muchas tienen una fiesta en la que una vez al año es normal bailar en la calle (en Sevilla se llama Feria de Abril, en otros sitios se llama otra cosa). Los hombres tienen un punto que no quieren llamar coquetería, pero sí quizá vanidad (y hacen pesas, y se ponen colonia, y se compran un coche nuevo). En muchas, cada sexo parodia al otro y cuenta chistes que empiezan “¿Sabes por qué los hombres......?” Las mujeres se reúnen para cotillear. En todas las sociedades hay bodas, y en casi todas las bodas se baila. A menudo, tambiñen se baila en los rituales que convierten a los recién nacidos en personas (por ejemplo, un bautizo) o a los niños en adultos (como la primera comunión, la fiesta de cumpleaños de los quince o dieciséis, o cumplir dieciocho años). En algunas sociedades, incluso se baila a veces porque sí, porque hoy toca fiesta. Pues bien, todos estos momentos que nos resultan familiares también se dan en otras culturas, y en Oriente Medio y el norte de África algunos de estos momentos importantes en la vida se celebran bailando. Adivina cómo.
Vuelvo a sacar las comparaciones con algo occidental. Los bailes de salón son el mejor ejemplo. Imaginad alguien que no conozca nuestra cultura para nada, por ejemplo un chino del siglo XV, y que vea a dos novios españoles rompiendo el hielo en el baile de su boda, bailando un vals recién aprendido. Ella lleva un vestido con un escote bastante amplio, descubriendo los hombros. Y se miran a los ojos, claro, mientras los invitados los miran a ellos y comentan si bailan con gracia o si son unos sosos. Nuestro chino del siglo XV podría escandalizarse de la seductora semidesnudez del vestido de esta chica, unida a lo inmoral que es que alguien baile vestido de luto (para los chinos, el blanco es el color del luto). Que los novios muestren afecto en público le parece incomprensible. Que se toquen, escandaloso. Volvería a China explicando que en Occidente las parejas bailan una parodia de acto sexual en público, con los cuerpos tocándose, mientras los invitados a la boda comentan las capacidades sexuales o fértiles que se adivinan en la pareja según lo bien que se muevan. Y entonces, en China, el vals simbolizaría lo más decadente y sensual de la cultura europea. Algo parecido a este malentendido es lo que le ocurre a la danza oriental.
jueves, agosto 25, 2005
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1 comentario:
En realidad en sus orígenes el vals se consideraba un baile muy vulgar, y se recomendaba a las señoritas no bailarlo
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